En determinados momentos del año nuestro sistema inmune puede verse debilitado, ya sea por la temperatura, el estrés, episodios infecciosos (virus, hongos y bacterias), entre otras muchas cosas.
Un sistema inmune debilitado nos predispondrá a enfermedades simples pero que tardan en curarse (ej. Gripe y resfriados), cansancio excesivo, infecciones recurrentes, sensación de debilidad etc.
Por eso mismo es importante estar atento a los signos que nos envía el cuerpo, prevenir y, así, disfrutar del tan preciado bienestar
Complemento alimenticio a base de betaglucanos purificados de levadura, vitamina D3, vitamina B6 y zinc, con una potente acción sinérgica
Adultos y niños mayores de 12 años, tomar 1 cápsula al día con agua.
La flora intestinal es nuestra primera línea de defensas
Mantener el sistema digestivo en buenas condiciones nos ayudará a tener unas defensas fuertes y activas.
En caso de tener la flora intestinal dañada (uso de antibióticos, estrés, cambios de alimentación etc.) será necesario repoblarla.
Una dieta sana y equilibrada debería proporcionarnos todos los nutrientes, vitaminas y minerales necesarios para el normal funcionamiento de nuestro organismo
Aún así, diversas investigaciones han demostrado que, por distintas circunstancias, esta situación no siempre es posible. Introducir un producto en nuestra dieta puede ser una solución muy eficaz para complementarla en estas situaciones.
Vibracell® es un complemento alimenticio, multivitamínico, con más de 40 frutas, verduras, plantas, minerales y vitaminas, especialmente diseñado para períodos en los que necesitemos una ayuda extra.
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Los betaglucanos son polisacáridos, una molécula que está constituida de monosacáridos unidos mediante diferentes enlaces. Por ejemplo, el almidón también es un polisacárido. De forma mayoritaria, los monosacáridos que lo constituyen son moléculas de glucosa.
No. La diferencia principal en la digestibilidad de polisacáridos reside en el enlace entre los monosacáridos (glucosas) que constituyen la molécula. En el caso de los betaglucanos, nosotros no somos capaces de romper el enlace que une las glucosas y, por lo tanto, tendrán un efecto muy diferente en el organismo si lo comparamos con un polisacárido digerible como el almidón. Subsecuentemente, los betaglucanos son un tipo de polisacáridos considerados como fibra, ya que no los podemos digerir.
Hay diferentes fuentes de betaglucanos. Los betaglucanos se pueden encontrar en ciertos cereales (como la avena), hongos, algas y algunas bacterias. Las levaduras también producen grandes cantidades de betaglucanos. Estas fuentes diferentes normalmente dan lugar a betaglucanos diferentes. La esencia es la misma (muchas glucosas unidas entre sí), pero la molécula final puede presentar mayor o menor linealidad, o una conformación o peso diferente. Esto hará que la molécula presente una actividad biológica mayor o menor, o simplemente diferente.
Además, los betaglucanos también difieren en concentración dependiendo de la fuente. La extracción de los betaglucanos en la levadura puede llegar hasta el 87% mientras que en avena se puede extraer hasta un 80% en el mejor de los casos. Esta diferencia hace aún más interesantes los betaglucanos de levadura.
Los betaglucanos son moléculas a las que se les atribuye muchos efectos beneficiosos. La ingesta de betaglucanos se ha relacionado con una reducción en el riesgo de padecer eventos cardiovasculares en personas de riesgo – mediante, de forma generalizada, una disminución en el colesterol LDL (malo) –, una disminución de la respuesta de glucosa e insulina postpandrial (niveles registrados inmediatamente después de consumir alimentos), una actividad antitumoral y anticarcinogénica y una capacidad antimicrobial y promotora del sistema immunológico.
No todos los betaglucanos presentan la misma actividad y por tanto no pueden ejercer los mismos efectos en el organismo. Los betaglucanos de levadura ingeridos de forma oral se ha visto que pueden estimular el sistema inmunológico mediante un incremento de inmunoglobulinas y una mayor producción de células de defensa (células NK y T). Debido a su naturaleza prebiótica (es decir, que nosotros no podemos digerir la molécula), también tiene un efecto antimicrobial relacionado con la promoción de cepas beneficiosas en el tracto intestinal. Estas características hacen que se pueda incrementar la resistencia a infecciones parasíticas e infecciosas.
El sistema inmune se tiene que entender como un conjunto de elementos y rutas metabólicas y de señalización que son capaces de, en un momento determinado, generar una respuesta ante un agente extraño que pueda entrar por alguna vía (inhalación, digestión, intravenosa…) en nuestro organismo.
Un sistema inmune fuerte se puede mantener – a grandes rasgos – con una dieta equilibrada (un aporte de nutrientes diario equilibrado y eficiente), haciendo ejercicio diariamente e incluyendo prácticas de relajación periódicas (antiestrés).
El aparato digestivo es nuestra primera barrera de defensa. Cualquier cosa que ingerimos tiene que pasar inevitablemente por alguna de sus partes. Una parte importante del aparato digestivo se constituye por el intestino delgado y el intestino grueso. Allí se encuentran una cantidad muy importante de microorganismos, que constituyen la flora intestinal. El perfil de microorganismos de cada individuo dependerá de muchos factores, tanto genéticos como ambientales. Existen muchos tipos de microorganismos que se consideran como colonizadores del tracto intestinal, y, de hecho, algunos de ellos se consideran más beneficiosos que otros por qué se han asociado con una menor cantidad de eventos patológicos en las personas que los poseían.
Tener una flora intestinal adecuadamente reforzada y protegida es de vital importancia para que, cuando llegue el momento (por ejemplo, la llegada de un agente patógeno en el intestino), ésta sea capaz de sobreponerse al peligro y así, de forma directa, protegernos también a nosotros.
Hay dos maneras de cuidar nuestra flora intestinal: con la ingesta de probióticos o con la de prebióticos. Los probióticos son aquellos microorganismos que se consideran beneficiosos y que ayudarán a reforzar este perfil intestinal de microorganismos que ya tenemos. Los prebióticos son moléculas que, debido a su naturaleza, no podemos degradar y llegan a la flora intestinal de forma entera (o semi entera, por ejemplo, los betaglucanos). Allí, estos compuestos sirven de materia prima para que los microorganismos beneficiosos de nuestro tracto intestinal se reproduzcan de forma abundante. Jamás se considerará un compuesto como prebiótico aquel que no promocione de forma selectiva el crecimiento de microorganismos beneficiosos en el tracto intestinal.
Los probióticos incluyen muchos tipos de alimentos fermentados, aunque hay algunos más importantes que otros. El yogur es el producto fermentado probiótico más clásico. Las cepas que incluye, además de fermentar el producto y dar al consumidor de una textura típica de yogur, también pueden colonizar el intestino y promocionar un perfil microbiológico adecuado en éste. Los prebióticos incluyen lo que se denomina fibra alimentaria. Si bien existen muchos compuestos con capacidad prebiótica, también existen muchas fuentes. Como ya se ha dicho, los betaglucanos pueden actuar como tal, pero también lo hacen la celulosa, la lignina y otros componentes de origen vegetal. La fibra se encuentra en alimentos de origen vegetal y es por esto (y por muchas otras razones) que el consumo de vegetales debe ser variado y elevado en comparación con los alimentos de origen animal.
Es uno de los tres pilares fundamentales para mantener un sistema inmunológico fuerte. Las vitaminas y los minerales son lo primero que se nos viene a la cabeza, pero también es importante un correcto aporte de carbohidratos, ácidos grasos y proteína, ya que son la fuente de energía y estructura celular principal para que todos los elementos del cuerpo funcionen correctamente (incluyendo el sistema inmune).