Tal y como hemos dicho en otras entrevistas, el estrés y la ansiedad son algunos de los grandes males de nuestro siglo y, aunque no son lo mismo, están íntimamente relacionados. Si el estrés se mantiene en el tiempo, al punto de agotarnos, o la ansiedad se retroalimenta y nos supera afectando a alguna área de nuestra vida, podemos hablar de un trastorno por estrés o ansiedad.
Hemos hablado con Toni Mateo, psicólogo y especialista en ansiedad, para que nos dé las claves sobre cómo entender y tratar el estrés y la ansiedad de forma integral.
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Como psicólogo, ¿Qué entiendes por estrés o ansiedad?
Aunque son términos que a nivel coloquial suelen utilizarse indistintamente y, en ocasiones, pueden ser difíciles de distinguir, el estrés y la ansiedad son dos entidades diferentes. Es cierto que suelen ir ligadas y están muy relacionadas, pero conviene diferenciarlas para entender bien lo que podemos estar sufriendo.
El estrés es la activación que padecemos para hacer frente a una situación exigente, a un desafío, un reto o un peligro. Puede ser un examen, una carga de trabajo puntual, una mudanza o el encuentro con un depredador en la montaña. Nuestro cuerpo se pone en marcha para dar una respuesta de lucha o huida.
En cambio, la ansiedad es un mecanismo de defensa que se encarga de detectar e identificar esas amenazas. Desencadena toda una serie de señales de alerta que permiten adoptar las medidas necesarias para afrontar ese peligro inminente.
Podríamos decir que primero se activa la ansiedad y luego se pone en marcha el estrés. El problema es cuando esto se llega a convertir en una rueda que va cogiendo velocidad.
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Vivimos en un mundo frenético donde la ansiedad y el estrés se han normalizado hasta tal punto que, incluso, se les ha atribuido connotaciones positivas. ¿Cómo podemos aprender a detectar que algo no está funcionando correctamente en nuestro organismo?
El estrés y la ansiedad son positivos, ya que son mecanismos que nos han permitido adaptarnos y sobrevivir como especie. Esto quiere decir que tienen unas funciones muy determinadas y una vida útil muy corta. Ambos implican una movilización importante de recursos y eso no se puede mantener en el tiempo. Por eso, cuando este tipo de respuestas se mantienen más allá de lo adecuado, llegan a agotarnos y, por supuesto, dejan de ser adaptativos. Es entonces cuando hablamos de un trastorno de estrés o un trastorno de ansiedad.
Una forma sencilla de detectar que estos procesos se nos están yendo de las manos es la sensación general de fatiga, una sensibilidad a flor de piel, y reacciones de ira. Un trastorno de ansiedad implica también temor y miedo por algo que no debería de causar esa sensación. Por supuesto, las señales más evidentes serán a nivel físico, como pueden ser dificultades para dormir, taquicardias, sudoración o temblores.
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En otras entrevistas has comentado que la ansiedad es muy retorcida y mentirosa. ¿A qué te refieres exactamente?
Un trastorno de ansiedad conlleva algún tipo de preocupación. Aparecen pensamientos que son difíciles de gestionar y que suelen dar vueltas sobre sí mismos, por lo que es difícil darles una salida fácil. Aprovechan cualquier mínima justificación para seguir dando vueltas, relacionando conceptos que, en un estado mental adecuado, seguramente descartaríamos de forma rápida.
Cuando la ansiedad pasa a ser un trastorno te hace creer cosas que no tienen mucho sentido y te hacen temer situaciones que difícilmente llegan a darse. Además, como la ansiedad está orientada hacia el futuro, no hay material real para trabajar, ya que todavía no ha ocurrido y esto también lo aprovecha para afianzarse.
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¿Le hacemos demasiado caso a nuestros pensamientos y sensaciones?
Realmente, sí. Tenemos tendencia a identificarnos sobremanera con todo aquello que pasa por nuestra mente. Esto hace que, en ocasiones, sea complicado descartar ideas, simplemente porque se nos han ocurrido. A veces nos aferramos a una opinión o a una impresión sin tener en cuenta que las opiniones son variables, que si hay una nueva información que complementa a la que ya tenías, es esperable y recomendable que cambies de idea.
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Tanto el estrés como la ansiedad son multifactoriales, es decir, nunca provienen de un solo sitio ni se pueden afrontar desde una sola posición. ¿Cómo deberíamos afrontar un estado de estrés o ansiedad?
Lo primero de todo, y yo creo que es lo más fundamental, es detectar que has entrado en ese estado. Hay que aceptar que es un estado alterado y que las decisiones que se vayan a tomar bajo esa influencia, seguramente, sean equivocadas o poco acertadas.
A la vez, también comprender que estas cosas pueden ocurrir y que no suelen ser peligrosas. Un trastorno de ansiedad, o un estado de estrés, pueden llegar a ser muy desagradables, pero no se puede caer en el error de identificarlos como algo a tener. Si se les pone esa etiqueta, estás agravando la situación de forma gratuita.
Por lo tanto, hay que tener claro que lo primero que se ha de hacer es rebajar esa activación y esa alerta. Es aquí cuando hay que hacer un descanso de la vida, hacer una pausa, y poner en marcha todos esos recursos que tenemos a mano para relajarnos. Desde técnicas sencillas de respiración hasta estiramientos o ciertas posturas aprendidas en clase de yoga.
Luego, cuando todo haya pasado, es momento de replantearse lo que ha ocurrido, qué ha podido motivar entrar en ese estado y aplicar remedios para ahorrarse este tipo de experiencias.
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¿Qué consejos darías para que podamos aprender a pensar y vivir mejor?
Básicamente, hay que ser exigente con aquello que nos pasa por la cabeza, especialmente con aquellas ideas que pueden dañar nuestra autoestima. Si te tienes que creer algo negativo de ti, asegúrate que ha pasado por un filtro de calidad y que está bien justificado. Solemos ser nuestros peores críticos y nos tratamos con poca amabilidad y comprensión.
Si tienes claro esto, lo entrenas y te acostumbras a desarrollar el pensamiento crítico, junto con orientar las situaciones que se van presentando en tu vida para darles una solución, tienes bastante hecho. Sobre todo si también tienes claro que una solución a veces simplemente es no intervenir en algo o solo escuchar y dar apoyo.
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